El tiempo nos ha enseñado
que en la faz de nuestro planeta se
presentaron las condiciones y los elementos para que la vida surgiera. Aun
sin tener plena conciencia de ello formamos parte, desde que somos humanos, de
una delicada estrategia que forma un círculo, que es la línea en la que están
basadas la gran mayoría de los elementos que contiene nuestro mundo, incluso su forma
misma. Desde lo más portentoso hasta lo más delicado, se enfatiza la suavidad de su estructura en
una línea curva de felicidad.
Sin embargo el hombre se dio
a la tarea de romper esta forma para crear filos, puntas, bordes, tajos; y con
ellos herramientas, con las que descubrieron que estaba en nosotros la semilla
de la inteligencia, de la creatividad, de la imaginación… y dieron rienda
suelta a esta gran virtud, en forma irrefrenable.
Hoy conocemos que esa
inventiva del hombre que nos ha dado grandes satisfacciones también nos ha
producido grandes catástrofes. Desarrollando movimientos sorpresa, desconocidos
para muchos, que han sido creados por nosotros mismos, y que están manifestando un reflejo de destrucción como el síntoma de una
enfermedad grave, que padece nuestra tierra.
Los cielos de las grandes
ciudades de nuestro bello mundo se cubren con una densa capa de smog, que es el nombre que se le dio a la
composición de humo y niebla (smoke y fog) que incluso es capaz de regalarnos
colores distintos según su composición, grisáceo que es el sulfuroso, típico de
las urbes industriales o rojizo, el smog fotoquímico provocado principalmente
por la acción de la luz solar sobre los gases que generan la combustión de los
vehículos.
Esta contaminación
atmosférica, ya común, es el resultado
de algunas condiciones climatológicas
concretas y la combustión de elementos químicos, esto no permite que observemos
nuestro cielo azul, de ese azul del que hablan algunas canciones, a menos que
lo limpie un torrencial o la fuerza de un
vendaval, en la actualidad.
El agua que es el elemento
natural que nos ofrece la virtud vital, se ha vuelto un arma que el mismo mundo
utiliza en contra de nosotros en forma de ciclones y tormentas que arrasan con
fuerza sobre los logros humanos, sin piedad ni compasión, defendiendo una
tierra que le pertenece primero a ella, que a nosotros y que nos hemos dado a
la tarea de obstaculizar, de frenar su tranquilo andar, de reprimirla, de
encajonarla; con la justificación de que es lo “mejor”, aunque sea un hecho sólo
para quien le sirve económicamente. Paradójicamente, lo que el hombre levanta
en años, el agua lo disuelve en horas y… se cobra de más.
Este elemento que ocupamos
para vivir se nos manifiesta con tal fuerza, que nos afecta, tanto en su
abundancia como en su ausencia, y todo como resultado del cambio del clima que
se ha venido acelerando de algunos años
atrás a la fecha. La OMM (Organización
Meteorológica Mundial) ha documentado que la década del 2001 al 2010 ha sido un período caracterizado por las
precipitaciones, las temperaturas extremas y los fenómenos meteorológicos
extraordinarios, basándose en datos meteorológicos de 102 países, informando
que en esa década se produjeron inundaciones en el 63% de los países que
participaron en el estudio, mientras que el 43% registraron problemas graves de
sequía.
Los grandes bosques, los
pulmones naturales regalados a nosotros por este entorno vital, se desmoronan
ante la fuerza avasalladora de nuestros semejantes, que condenan a muchos de
sus hermanos talando, para fabricar palillos.
Las grandes industrias,
prostituidas por el dinero, se han vuelto insensibles a esta delicada armonía
de flora, que significa oxigeno para el humano, que es una seguridad que está
viéndose mermada en su producción, pues estamos padeciendo de funciones
cerebrales por la falta de este gas maravilloso, incoloro, inodoro e insípido,
altamente reactivo y que es esencial para la respiración.
Dañar el medio ambiente,
producir el cambio climático, agotar las reservas de petróleo, inundar con
basura nuestro medio, es una tarea en la que el hombre ha puesto su mejor
empeño, se refleja su perseverancia, su ánimo por lograrlo es fuerte como de
lucha. Más bien eso parece, una guerra emprendida contra alguien que
aparentemente es frágil e indefenso.
Sin embargo y a pesar de todo su esfuerzo, este ente que
tan bien conocemos, tocamos, olfateamos, sentimos, advertimos y sobre todo
dependemos; cuando reacciona y se vuelve contra nosotros, nos arrasa en forma
apabullante, nos muestra su vigor dejándonos prácticamente indefensos, llorando
por lo perdido y por lo que cuesta levantarse, es una advertencia silente y
reservada, que nos cuesta comprender aunque el mundo nos avisa con tiempo que
estamos en su terreno y que por lo mismo su defensa será siempre, portentosa...
Rosina Ramos Contreras
Sophia Marisol Villanueva Jiménez
Brenda Yareli Vera Reyes
Eliana Abigail Compeán Delgado
Norma Aidee Hernández Balderas